El pasado 20 de julio de 2025, durante la segunda marcha contra la gentrificación en la Ciudad de México, un grupo que se identificó como el bloque negro se separó del contingente principal y perpetró actos de vandalismo en instalaciones del Centro Cultural Universitario de la UNAM, entre ellas el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo). Rota de vidrios, pintas anti‑extranjeros, consignas pro‑Palestina y daños en la librería Julio Torri fueron parte del saldo del enfrentamiento. La UNAM condenó oficialmente los hechos y anunció que presentará denuncias ante autoridades capitalinas.
La marcha vs #gentrificación término en la explanada del @muac_unam; realizaron destrozos al inmueble. pic.twitter.com/P05H3XBNsu
— Cinthya Stettin (@cinthyastettin) July 21, 2025
Teodoro González de León: autor de una joya contemporánea
El MUAC fue diseñado por uno de los grandes arquitectos del México moderno, Teodoro González de León, en el marco del plan rectoral de Juan Ramón de la Fuente para renovar el patrimonio cultural de la UNAM. Construido entre 2006 y finales de 2008 dentro del Centro Cultural Universitario, el museo ocupa cerca de 13 947 m², con alrededor de 3 300 m² dedicados a exhibiciones contemporáneas.
La obra es paradigmática de su estilo: fachadas minimalistas, volúmenes de concreto blanco aparente y un muro de vidrio inclinado a 45° de casi 70 m, que vuelca la mirada interna al exterior, reflejándose en un espejo de agua y dialogando con la escultura La Espiga de Rufino Tamayo. El interior culmina tres patios y dos terrazas que iluminan naturalmente catorce salas modulares de 12 m de ancho y alturas variables de 6, 9 y 12 m —permitiendo esta flexibilidad expositiva imprescindible para el arte contemporáneo.

Por qué importa el edificio del MUAC
El MUAC no es sólo un contenedor: es el primer museo público concebido desde su arquitectura, museología y gestión específicamente para el arte contemporáneo en México, inaugurado el 26 de noviembre de 2008. Durante sus primeros 15 años recibió más de seis millones de visitantes, y su influencia se extiende en ámbitos académicos, curatoriales y culturales de México, América Latina e incluso otros países universitarios. Su innovación yace en trasladar al espacio universitario y público, simultáneamente, una experiencia estética, arquitectónica y cultural contemporánea.
Este edificio modela un puente entre la tradición brutalista mexicana —representada por el concreto cincelado, la escala monumental y la integración al espacio público— y una apertura hacia la transparencia, la luz y la flexibilidad museográfica necesaria en el siglo XXI.

El legado de Teodoro González de León más allá del MUAC
La figura de González de León se impone como un ícono de la arquitectura moderna en México. Su obra se extiende por múltiples edificios emblemáticos:
- Remodelación del Auditorio Nacional (acondicionado desde fines de los 80 y formalizado en 1991), en colaboración con Abraham Zabludovsky —su intervención creó una fachada de concreto martelinado y un vestíbulo monumental que revalorizó el foro como espacio ciudadano.
- El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica (1976): complejo brutalista con patios como espacios de encuentro y circulación, colaborando también con Zabludovsky.
- Museo Tamayo Arte Contemporáneo (1981), también en empresa con Abraham Zabludovsky, situada en Chapultepec, integrando arquitectura moderna y entorno natural.
- Conjunto Arcos Bosques (“El Pantalón”, 1996), Reforma 222 (2007–08), Torre Manacar (2017) y Torre Virreyes (2014), todos proyectos de gran escala que plasman su lenguaje minimalista de concreto y vidrio, buscando monumentalidad urbana y modernidad elegante.


Urgencia de diálogos
Que el MUAC, símbolo de arquitectura universitaria e innovación museográfica, haya sido vandalizado representa no solo el ataque a un edificio, sino al proyecto cultural sobre el que se fundó: un espacio público que articula arte, comunidad y ciudad. La urgencia de reparar los cristales transparentes heridos contrasta irónicamente con la opacidad de los muros rotos y los mensajes pintados, disturbios que hoy interpelan la propia idea de ciudad y ciudadanía crítica.
Es momento de reconstruir, no solo el concreto —aunque sea blanco, pulido y aparente—, sino también el espíritu que inspiró su creación: la posibilidad de una ciudad donde el arte contemporáneo coexista con la memoria universitaria, el diálogo social y la arquitectura como conversación viva.