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Bailarines del Taller Coreográfico de la UNAM exigen derechos laborales

Aunque representan uno de los símbolos de arte y disciplina de la máxima casa de estudios, trabajan bajo contratos civiles por honorarios, lo que los deja sin seguridad social ni prestaciones, pese a cumplir con jornadas y obligaciones propias de una relación laboral.
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Los bailarines del Taller Coreográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México (TC UNAM) han levantado la voz para exigir el fin de la precarización laboral que enfrentan desde hace años. Aunque representan uno de los símbolos de arte y disciplina de la máxima casa de estudios, trabajan bajo contratos civiles por honorarios, lo que los deja sin seguridad social ni prestaciones, pese a cumplir con jornadas y obligaciones propias de una relación laboral.

Décadas de entrega sin reconocimiento pleno

La problemática afecta a 25 bailarines, la mayoría con más de siete años en la compañía y algunos con hasta tres décadas de trayectoria. Recientemente, cuatro de ellos se retiraron sin recibir prestación alguna, hecho que motivó a sus compañeros a buscar un cambio.

En un manifiesto, recordaron con orgullo la historia del TC UNAM, fundado en 1970 por la maestra Gloria Contreras y consolidado en 55 años como un espacio de creación y vanguardia dancística en México y el extranjero. Sin embargo, subrayaron que ese prestigio no se refleja en condiciones laborales dignas.

“Así como fuimos pioneros en la consolidación de la danza universitaria en México, queremos ser también pioneros en la transformación de las condiciones laborales de los bailarines profesionales en este país”, afirmaron.

Una ley que ya los protege, pero no se cumple

Aunque desde febrero de 2024 la Ley Federal del Trabajo reconoce explícitamente a coreógrafos e intérpretes de danza como sujetos de protección, la UNAM aún no los considera trabajadores formales. Los bailarines insisten en que su actividad cumple con todos los elementos de una relación subordinada: horarios de ensayo y funciones, presentaciones semanales en la Sala Miguel Covarrubias, giras, reglamentos internos y supervisión jerárquica.

“Las condiciones reales de trabajo demuestran claramente la existencia de una relación laboral”, sostuvieron.

Si bien sus contratos les otorgan vacaciones pagadas, licencia de maternidad y un seguro de gastos médicos, carecen de aportaciones al IMSS, lo que dificulta acceder a pensión. Además, aunque pueden afiliarse al Sindicato de Trabajadores de la UNAM, no aparecen en los registros oficiales como empleados de base ni su salario es público en el Portal de Transparencia Universitaria.

Los bailarines señalaron que la UNAM utiliza su imagen como estandarte cultural, pero sin retribuirlos con justicia laboral. “Pareciera que es un hobby lo que estamos haciendo, cuando realmente le dedicamos las horas como cualquier otro trabajador”, expresó una intérprete bajo anonimato.

Miedo, amenazas y silencios

Durante años, los integrantes del TC UNAM evitaron reclamar por temor a perder su lugar privilegiado. Relataron incluso haber recibido comentarios que interpretan como amenazas veladas, insinuando que si persisten en alzar la voz, la universidad podría prescindir de la compañía.

Ese mismo miedo ha impedido que exijan mejoras en sus condiciones de trabajo, como la instalación de un piso volado para prevenir lesiones o la contratación de un fisioterapeuta, indispensables en una profesión altamente demandante.

Apertura al diálogo

Pese a todo, los bailarines se dijeron en un tono conciliador, dispuestos a encontrar una solución con la UNAM. Plantearon la posibilidad de establecer un contrato especial, como ocurre con los integrantes de la Orquesta Filarmónica de la Universidad, que combine condiciones particulares con el reconocimiento pleno como trabajadores.

Por lo pronto, la UNAM informó a Proceso que dará un posicionamiento oficial en los próximos días. Mientras tanto, los bailarines reiteran que su lucha busca no solo justicia para ellos, sino sentar un precedente para la dignificación de la profesión dancística en México.

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