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Una relación que exige liderazgo y visión estratégica

Ambos países tienen una de las fronteras más activas del mundo, una interdependencia económica que supera los 800 mil millones de dólares anuales y una comunidad binacional que une a millones de familias.
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Opinión Por: Mario Arturo Pico

México y Estados Unidos: una relación que exige liderazgo y visión estratégica

La relación entre México y Estados Unidos no puede seguir atrapada en los vaivenes del discurso electoral ni en la lógica de la confrontación inmediata.

Es hora de reconocer que lo que está en juego no es solamente el presente de ambas naciones, sino su futuro compartido en un mundo cada vez más competitivo. El vínculo bilateral debería estar guiado por una visión estratégica y amistosa, no por la desconfianza ni por el cálculo político de corto plazo.

Ambos países comparten una de las fronteras más activas del planeta, una interdependencia económica que supera los 800 mil millones de dólares anuales y una comunidad binacional que conecta a millones de familias.

Pretender que esta relación puede sostenerse a base de acusaciones cruzadas y discursos nacionalistas es una ingenuidad peligrosa. La vecindad exige madurez política y un liderazgo capaz de transformar la cooperación en fortaleza.

Estados Unidos debe entender que México no es un problema que se administra, sino un socio estratégico que se cultiva. La estabilidad de México impacta directamente en la seguridad, el comercio y la prosperidad del norte.

Ignorar esta realidad es un error geopolítico de grandes dimensiones. Al mismo tiempo, México debe abandonar la retórica victimista que reduce a su vecino al papel de adversario histórico. La relación bilateral no puede sostenerse en agravios pasados, sino en intereses compartidos y en un proyecto de futuro común.

El T-MEC es prueba de que cuando se privilegia el diálogo estratégico, ambos países ganan. Hoy México es el principal socio comercial de Estados Unidos en sectores clave como el automotriz y el energético.

Pero esta interdependencia económica no se traduce todavía en una agenda política robusta que impulse innovación, desarrollo regional y seguridad compartida. La tarea pendiente es construir un marco de cooperación que trascienda la firma de tratados y se refleje en políticas públicas efectivas.

En el terreno migratorio, la realidad es clara: ni México puede cargar solo con la presión de los flujos migratorios que atraviesan su territorio, ni Estados Unidos puede seguir pensando que la solución es militarizar la frontera.

La migración debe ser abordada como lo que es: un fenómeno regional que exige inversión en desarrollo, cooperación humanitaria y una gestión fronteriza inteligente. Aquí se necesita liderazgo binacional que mire más allá de la coyuntura y diseñe políticas de Estado.

En materia de seguridad, la corresponsabilidad es ineludible. El tráfico de armas provenientes del norte y el trasiego de drogas hacia el norte son dos caras de la misma moneda. Mientras México se desangra por la violencia que generan las armas ilegales, Estados Unidos enfrenta una crisis de salud pública por el consumo de opioides.

Pretender que el problema está únicamente del otro lado de la frontera es irresponsable. La única salida es un compromiso bilateral real, con inteligencia compartida, control fronterizo efectivo y voluntad política para asumir costos.

La relación México–Estados Unidos no es opcional. No se trata de decidir si queremos o no relacionarnos; se trata de definir cómo lo hacemos. El liderazgo político de ambos lados debe comprender que el futuro no admite relaciones tibias ni narrativas de confrontación.

En un mundo dominado por bloques económicos y disputas geopolíticas, ni México ni Estados Unidos pueden permitirse un vecino débil o resentido.

La frontera de más de tres mil kilómetros que nos une no debe ser un muro de desconfianza, sino un puente estratégico. Un puente de comercio, de innovación tecnológica, de cooperación en seguridad y de intercambios culturales.

Hoy, más que nunca, México y Estados Unidos necesitan pasar de los discursos a los acuerdos, y de la desconfianza a la amistad. Porque el futuro de ambos países está entrelazado, y su grandeza dependerá de lo que hagan juntos, no de lo que se reprochen mutuamente.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Enboga.

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