Opinión Por: Alejandro Pérez Corzo
Tango satánico y el Nobel que llegó del barro
El jueves 9 de octubre de 2025 pasará a la historia del mundo literario: la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura a László Krasznahorkai, el novelista húngaro cuya obra es tan exigente como hipnótica. Según Reuters, el jurado destacó su “visión totalizadora del colapso humano”. En España, RTVE subrayó un detalle incómodo: hace quince años que el Nobel no reconoce a un autor en lengua española. Y El País recordó que el reconocimiento consagra al autor de Tango satánico, la novela que mejor resume su universo: un mundo en ruinas, donde la esperanza se confunde con la condena.
Publicada en 1985 y traducida al español por Adan Kovacsics, Tango satánico retrata a una comunidad rural que sobrevive entre el barro, el silencio y la desesperanza. Desde las primeras páginas, el sonido de unas campanas despierta a Futaki y marca el inicio de un ciclo de descomposición. Krasznahorkai escribe con un ritmo lento y envolvente, donde las frases se extienden hasta perder el aliento. El lector se ve arrastrado por esa marea de fango moral que no deja escapatoria. Los personajes, hundidos en la miseria, esperan el regreso de Irimiás —un supuesto salvador— que en realidad sólo viene a confirmar su derrota.
El autor construye una estructura circular, casi musical: la historia gira sobre sí misma, como un tango interminable, repitiendo los mismos pasos, los mismos errores. No hay héroes ni redenciones posibles; sólo hombres y mujeres que siguen creyendo en promesas vacías. El paisaje —barroso, gris, devastado— es un espejo de su alma: un terreno donde la esperanza se marchita antes de brotar.
Krasznahorkai convierte esa espera en una metáfora brutal. Tango satánico no es sólo una historia sobre campesinos húngaros: es una advertencia sobre los ciclos de fe ciega que repiten las sociedades cuando prefieren creer antes que pensar. La esperanza, parece decirnos, es también una forma de esclavitud.
Y leerlo hoy, desde México, resulta inevitablemente cercano. Aquí también hemos vivido bajo promesas de redención: proyectos que anuncian un nuevo amanecer y terminan devolviéndonos al mismo pantano. Como los personajes de Krasznahorkai, seguimos esperando al líder que nos salve, sin advertir que quizá el verdadero infierno está en esa espera. Tango satánico nos recuerda que la miseria no siempre nace del hambre, sino de la resignación.
**El autor es Diputado Federal Suplente por Movimiento Ciudadano y Abogado.
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