La NFL, Apple Music y Roc Nation confirmaron lo que ya se perfilaba como un secreto a voces: Bad Bunny será la estrella del espectáculo de medio tiempo en el Super Bowl LX, que se celebrará el 8 de febrero de 2026 en el Levi’s Stadium de Santa Clara. La noticia ha sido recibida con entusiasmo y orgullo en la comunidad latina de Estados Unidos, que ve en este anuncio mucho más que la elección de un artista para un show deportivo: lo percibe como un triunfo cultural y un reconocimiento histórico de su presencia en el país, con la proyección del evento más visto en el mundo.
El llamado “conejo malo”, cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio, llega a este escenario en el momento más alto de su carrera. Su más reciente proyecto, Debí Tirar Más Fotos, no solo ha sido aclamado por la crítica como una obra ambiciosa y profundamente personal, sino que también ha servido de base para una gira mundial que consolida su estatus de superestrella global. La ausencia de fechas oficiales en Estados Unidos en esa gira despertó reflexiones en torno a las tensiones sociales y políticas que enfrentan los latinos en este país, lo que da todavía más fuerza al hecho de que su próximo gran show ocurra precisamente en el evento televisivo más visto de la nación.
.@sanbenito. Super Bowl LX. Santa Clara. February 2026. #AppleMusicHalftime #SBLX @AppleMusic @SNFonNBC @RocNation pic.twitter.com/CMn8BtUGzV
— NFL (@NFL) September 29, 2025
Para millones de latinos, la confirmación de Bad Bunny representa una victoria simbólica frente a un contexto marcado por políticas migratorias restrictivas y un clima social que con frecuencia los coloca en el centro de discursos hostiles. Ver a un artista puertorriqueño, que canta mayormente en español y que nunca ha ocultado sus raíces, dominar el escenario más importante del entretenimiento deportivo envía un mensaje claro: la música latina ya no es periférica ni secundaria, sino parte esencial del pulso cultural de Estados Unidos. Es también un recordatorio de que la identidad latina es diversa, vibrante y capaz de transformar incluso los espacios más tradicionales y conservadores del espectáculo.
Bad Bunny no es un extraño a la política cultural. En su música y en sus presentaciones ha denunciado desigualdades, ha defendido la soberanía puertorriqueña y ha visibilizado las luchas de comunidades históricamente marginadas. Su ascenso meteórico en un mercado dominado por el inglés ha sido una especie de acto de resistencia, y su presencia en el medio tiempo del Super Bowl refuerza esa narrativa: la de un artista que no se asimila, sino que impone su voz y su estilo en el escenario más global.

La expectativa ahora recae en cómo el artista logrará trasladar su propuesta al formato breve e intenso de un espectáculo que solo dura unos minutos pero que queda grabado en la memoria colectiva. Para sus seguidores, lo fundamental no será el despliegue de fuegos artificiales o coreografías espectaculares, sino la posibilidad de ver en ese espacio un reflejo auténtico de sus raíces y de su comunidad.
El Super Bowl es más que un partido: es un espejo cultural de Estados Unidos que s emira en todo el planeta. Que un latino, con un mensaje tan claro de orgullo identitario, lo encabece en 2026, es un gesto que va más allá de la música y del deporte. Es un momento histórico para la comunidad latina, una afirmación de que sus voces ya no pueden ser ignoradas y una oportunidad para celebrar que, en medio de las tensiones sociales, la cultura tiene el poder de unir y reivindicar.