En una medida de alto impacto diplomático, el gobierno de Estados Unidos ha revocado las visas de al menos 50 políticos y funcionarios mexicanos en el marco de una estrategia más agresiva para combatir al crimen organizado y sus posibles vínculos con actores públicos, según un informe exclusivo de Reuters. Esta acción representa un giro notable en la política exterior estadounidense hacia México, pues alcanza a integrantes del espectro político que tradicionalmente habían sido considerados “intangibles” por su condición institucional.
Aunque el nombre de la mayoría de los implicados permanece reservado, cuatro casos han sido confirmados públicamente, entre ellos la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, quien ha negado toda relación con organizaciones criminales. La cancelación de visados hace uso de facultades discrecionales del Departamento de Estado estadounidense, que no está obligado a exponer las razones frente a los afectados ni al público, siempre que considere que sus actos contravienen los intereses nacionales de EE. UU.
Rotas las barreras diplomáticas tradicionales en materia de cooperación contra el narcotráfico, expertos diplomáticos citados por Reuters advierten que este conjunto de revocaciones no tiene precedentes en cuanto a su escala. Si bien administraciones anteriores han desmontado visas por sospecha de corrupción o crimen organizado, nunca con esta amplitud ni con un enfoque tan directo hacia figuras en ejercicio. La decisión, señalan varios exembajadores, refleja la voluntad del presidente Donald Trump de emplear herramientas migratorias como palanca para influir en la política interna mexicana.

De acuerdo con fuentes involucradas en el proceso, más de cincuenta miembros del partido gobernante, Morena, habrían sido alcanzados por las cancelaciones, así como múltiples funcionarios de otras fuerzas políticas. Aunque en algunos medios circula la idea de que las suspensión de visas obedece a una presión diplomática para que el gobierno mexicano investigue internamente a los señalados, hasta ahora las autoridades mexicanas no han emitido declaraciones oficiales que confirmen tales exigencias ni los nombres concretos incluidos en la medida.
La administración Trump justifica la política aduciendo que “las visas, incluidos los visados de funcionarios extranjeros, pueden revocarse en cualquier momento” cuando se estima que las actividades del individuo contravienen intereses estadounidenses. En su comunicación, un alto funcionario del Departamento de Estado señaló que no existe obligación de explicar casos particulares y aseguró que la medida se ajusta a prerrogativas legales vigentes.
#Mañanera 🇺🇸🇲🇽 || La Presidenta @Claudiashein respondió al artículo de Reuters que señalaba la revocación o cancelación de visas de al menos 50 políticos mexicanos, aclarando que el gobierno de Estados Unidos no comparte información sobre visas con México a menos que exista una… pic.twitter.com/1Jm389L0Kc
— Cinco Radio Oficial (@laredcincoradio) October 14, 2025
En México, La Presidenta reaccionó ante cuestionamientos de la prensa, diciendo que el gobierno de Estados Unidos no comparte información sobre visas con México a menos que exista una investigación. “No tenemos información; quien lo sabe es a quien se la quitaron”, afirmó.
El movimiento de Washington se enmarca dentro de una tendencia más amplia: el uso de sanciones y restricciones de visa como instrumentos de presión diplomática en América Latina. En meses recientes, otros países como Brasil, Colombia y Costa Rica también han visto a jueces, funcionarios y figuras políticas perder acceso al mercado migratorio estadounidense sin explicaciones públicas claras. Para México, el desafío consistirá en conjugar la defensa de la soberanía nacional con la necesidad de mantener una relación funcional con su vecino del norte, especialmente en temas de seguridad fronteriza, combate al narcotráfico y comercio regional.

Este episodio inaugura una etapa de tensiones inéditas en la relación bilateral: una que trasciende los tradicionales acuerdos de cooperación para entrar en el terreno de la sanción política directa. El efecto real de estas cancelaciones aún está por verse, pero deja en claro que el gobierno de EE. UU. está dispuesto a correr riesgos diplomáticos para redefinir los límites de su intervención en México.