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El terremoto de 1985: cuando la sociedad civil despertó en México

1985 marcó una ruptura en la relación entre el Estado mexicano y la ciudadanía. El sismo expuso la fragilidad de un régimen político incapaz de responder con eficacia, y al mismo tiempo impulsó la gestación de una sociedad civil organizada
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El 19 de septiembre de 1985 marcó una ruptura en la relación entre el Estado mexicano y la ciudadanía. El sismo de magnitud 8.1 que devastó a la capital no solo dejó una estela de tragedia, sino que expuso la fragilidad de un régimen político incapaz de responder con eficacia, y al mismo tiempo impulsó la gestación de una sociedad civil organizada que desde entonces se ha convertido en contrapeso y motor de transformación democrática.

En un país gobernado por el PRI desde hace más de medio siglo, la reacción inicial del gobierno de Miguel de la Madrid fue minimizar el desastre. La tardanza en desplegar acciones de rescate y la falta de información transparente provocaron una crisis de legitimidad sin precedentes. Las imágenes de ciudadanos removiendo escombros con las manos, mientras las autoridades aparecían rebasadas, simbolizaron el divorcio entre Estado y sociedad.

La respuesta ciudadana, espontánea y masiva, se tradujo en brigadas de rescate, comités vecinales y organizaciones de damnificados que no solo exigieron vivienda y justicia, sino que comenzaron a cuestionar el monopolio político del PRI. El movimiento de los damnificados de Tlatelolco y las asociaciones urbanas surgidas en colonias populares pusieron sobre la mesa la necesidad de participación ciudadana en las decisiones públicas, especialmente en materia de vivienda, planeación urbana y transparencia gubernamental.

El terremoto se convirtió así en catalizador de una transición más amplia. La organización social derivada del 85 alimentó la fuerza de los movimientos opositores, que en los años siguientes desembocaron en el Frente Democrático Nacional de 1988 y, posteriormente, en el pluralismo político que abriría la puerta a la alternancia en el 2000.

Analistas coinciden en que el “México moderno” en términos de participación ciudadana nació en esos días de emergencia. El Estado priista, acostumbrado a controlar los cauces de la movilización social a través de corporativismo y clientelismo, enfrentó por primera vez a un actor independiente, autónomo y crítico: la sociedad civil.

A cuatro décadas de distancia, el sismo de 1985 no solo se recuerda por la tragedia humana, sino como el momento en que los ciudadanos mexicanos descubrieron que podían organizarse sin el Estado, y que su voz tenía el poder de incidir en el rumbo político del país. Fue, en esencia, el inicio de una democracia aún en construcción.

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