En la Cámara de Diputados ha circulado una iniciativa que ha desencadenado preocupaciones dentro y fuera del ámbito legislativo: el diputado Armando Corona Arvizu (Morena) propuso una reforma al Código Penal Federal que busca imponer sanciones hasta de tres a seis años de prisión para quienes difundan memes, stickers, audios o videos generados mediante inteligencia artificial que, según el texto, “ridiculicen” o perjudiquen la reputación de una persona. La pena escalaria si la víctima es un servidor público, lo que de facto plantea un régimen diferenciado para figuras políticas frente al resto de la ciudadanía, según reportó Emeequis en un reportaje de Juan Ortiz.
La propuesta adiciona los artículos 211 Bis 8 y Bis 9 al Código Penal Federal. Ahí se establece que quien “cree, manipule, transforme, reproduzca o difunda imágenes, videos, audios o representaciones digitales” hechos con IA, sin consentimiento de la persona, y con el fin de “ridiculizar, acosar, suplantar o dañar su reputación o dignidad”, podría recibir de tres a seis años de prisión, además de multa.
Corona justifica la iniciativa como un esfuerzo por combatir el ciberacoso, el uso malicioso de deepfakes y la proliferación de contenidos difamatorios digitales. Sin embargo, especialistas, activistas y periodistas advierten que la legislación tal como está redactada tiene vicios que pueden convertirla en un instrumento de censura y protección institucional para funcionarios frente a críticas legítimas.
🗳️📌MORENA PRESENTA LEY ANTI-STICKERS
— Juan Ortiz 🗳️👁🗨 (@Juan_OrtizMX) October 3, 2025
En San Lázaro propusieron cárcel para quienes hagan memes, stickers o videos con IA que “ridiculicen” o dañen la reputación.
Y si la víctima es un funcionario, la sanción sube a la mitad.
No es broma.@emeequis https://t.co/6Gj3JNDrnz pic.twitter.com/MZxr4ThMiu
El principal problema radica en la vaguedad del lenguaje. ¿Qué significa exactamente “ridiculizar” o “dañar la reputación”? ¿Quién determina si un meme o video entra en esa categoría? En un país con antecedentes de presión sobre medios, la ambigüedad normativa abre la posibilidad de que cualquier sátira, caricatura política o crítica severa sea interpretada como delito. Y al elevar las sanciones cuando la persona aludida es un servidor público, el proyecto refuerza una jerarquía en la protección legal que puede desalentar el escrutinio ciudadano al poder.
Además, conviene dimensionar que en México el acoso digital es una realidad tangible: de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), millones de personas han sido víctimas de hostigamiento o agresiones en línea. En ese contexto es legítimo que se planteen mecanismos que garanticen protección. Pero el reto está en diseñar una regulación que distinga claramente entre expresiones abusivas ilegales (insultos personales, amenazas, injurias graves), y la crítica política, libre expresión o sátira que forman parte del pulso democrático.

También cabe destacar el efecto simbólico que envía una propuesta con estas características: cuando un legislador plantea cárcel para quienes usan memes para señalar fallas públicas, se subraya una tensión básica entre el poder y la sociedad civil. Más aún cuando la iniciativa surge desde el partido en el gobierno, en un momento en que se debaten otras reformas al sistema de justicia, medios y comunicaciones.
Hasta el momento no está claro si el proyecto tiene ya respaldo suficiente para avanzar ni cómo sería su discusión. Sin embargo, la frase “ley anti-stickers” ha comenzado a difundirse en redes como sinónimo de una amenaza a la libertad de expresión: ante la opacidad de la redacción legal, la ciudadanía y los medios están alertas a posibles abusos.
En últimas horas, la iniciativa ha generado reacciones inmediatas en medios digitales y redes sociales, donde usuarios advierten que si se aprueba bajo esos términos, cualquier figura pública podría usarla como escudo frente a chistes, críticas ácidas o exposiciones satíricas. La tensión entre proteger a las víctimas digitales y salvaguardar la libertad de expresión se pone ahora en el centro del debate legislativo.