Lo comenzó como una inversión residencial en 2011 se ha convertido, más de una década después, en una operación que modifica el territorio, la convivencia y el paisaje social de Crescent Park. Mark Zuckerberg, cofundador de Meta, ha invertido más de 110 millones de dólares para adquirir al menos 11 propiedades en esta exclusiva zona de Palo Alto. El resultado es un complejo privado que ha puesto cada vez más tensos los lazos con los vecinos.
Según investigaciones, Zuckerberg consolidó cinco de estas propiedades en un dominio familiar cerrado: residencia principal, casas de invitados, jardines, cancha de pickleball, piscina con piso hidráulico y hasta una estatua de dos metros de su esposa Priscilla Chan. Bajo ese mismo complejo, se excavaron cerca de 7 000 pies cuadrados —o unos 650 m²— que los vecinos han apodado “búnker” o “cueva del murciélago”.

La escuela en la mira: educación sin permisos
Uno de los inmuebles se convirtió en una escuela privada para alrededor de 14 niños, entre ellos las hijas de la pareja, con varios maestros y personal docente. Esta modalidad —un “homeschool pod” sin fines de lucro, según su equipo— carece del permiso municipal necesario en aquella zona residencial.
Vecinos en pie de guerra
La convivencia ha sido convulsa. Los residentes han sufrido ocho años de obras continuas, maquinaria pesada, bloqueos, daños a vehículos y restricciones impuestas en calles públicas para eventos privados. La vigilancia extrema —cámaras, guardias, interrogatorios a visitantes— ha generado inquietud comunitaria. “Han ocupado nuestro vecindario”, afirmó Michael Kieschnick, vecino afectado en tres frentes por propiedades del magnate, quien rechazó la oferta de compra de su vivienda.

Permisología y compensaciones: un dilema municipal
En 2016, la ciudad originalmente rechazó el plan de Zuckerberg para demoler y reconstruir parte del vecindario. No obstante, con el tiempo se aprobaron 56 permisos adicionales, lo que levantó sospechas de flexibilización frente a su poder económico. Dichas concesiones fueron vistas por varios vecinos como una falta de firmeza por parte del ayuntamiento.
En un intento por calmar tensiones, el equipo de Zuckerberg ha enviado regalos a los vecinos —vino, donas, audífonos con cancelación de ruido—, ha fomentado el trabajo compartido de su personal y ha adoptado vehículos eléctricos menos ruidosos

El trasfondo político y el rescate social
El caso se inscribe en una problemática más amplia: cómo el poder económico redefine el espacio público y comunitario mediante tácticas legales, permisivos o amistades con la administración local. Expertos han visto aquí un ejemplo de cómo los multimillonarios trascienden normas ciudadanas comunes, creando realidades propias en nombre de la privacidad o conveniencia.
Al mismo tiempo, la noticia del cierre de la escuela pública sin fines de lucro que fundaron en East Palo Alto ha generado controversia entre defensores de una filantropía centrada en lo comunitario. Algunos interpretan este cambio como un giro distante de las causas sociales hacia proyectos con retorno de control, dentro de un perímetro vigilado.
Un relato sobre límites, poder y comunidad
El proceso gradual de transformación de Crescent Park no es solo una historia de inmobiliaria millonaria, sino un relato político y social sobre límites, poder y comunidad. Las acciones de Zuckerberg recalcan la tensión entre el derecho a privacidad y la preservación del carácter vecinal. El barrio ya no es el mismo. Y, si bien no cesan los gestos para mitigar el descontento, el desequilibrio —donde la ley parece doblarse bajo el peso de la influencia y la riqueza— deja una pregunta incómoda: ¿qué queda del bien común cuando el poder impone su lógica?