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UNA REFORMA ELECTORAL CON TUFO A AUTORITARISMO

Como han advertido diversos actores de la sociedad civil, eliminar los plurinominales sería una regresión autoritaria. No fortalece la representación: la aplasta
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Opinión Por: Alejandro Pérez Corzo

Una reforma electoral con tufo a autoritarismo

En las democracias funcionales, las reformas electorales se impulsan desde la oposición, no desde el poder. Se proponen para abrir el juego, no para cerrarlo. Pero lo que hoy intenta Morena no es una actualización institucional ni un ejercicio de autocrítica. Es una intentona autoritaria disfrazada de reforma. El objetivo no es perfeccionar la democracia, sino desmantelar sus contrapesos.

El diputado Federal Juan Zavala, lo resumió con lucidez: “Históricamente, las demandas de reformar el sistema electoral han venido desde la oposición. Ahora resulta que los que están en el poder…”. No es una anomalía menor. Es un síntoma. El partido gobernante quiere cambiar las reglas del juego después de haberlo ganado todo. No porque el sistema esté roto, sino porque les incomoda que alguien más pueda volver a competir.

El primer punto de su propuesta es la reducción del financiamiento público a los partidos. Suena bien en el discurso: menos dinero a la política. Pero lo verdaderamente revelador es cuándo y desde dónde se impulsa. Como bien lo ha señalado Jorge Álvarez Máynez, Morena ha sido “el partido más caro del mundo”. En menos de una década ha recibido más de 30 mil millones de pesos en prerrogativas, y jamás devolvió un solo peso, pese a haberlo prometido. Construyó su aparato electoral y su estructura territorial con recursos públicos. Y ahora que ya está en el poder, quiere cerrar la llave… para los demás. Lo llaman austeridad, pero en realidad es una trampa de salida: una vez consolidado, clausura el camino para quienes vienen atrás.

El segundo punto es todavía más delicado: eliminar la representación proporcional. Estos escaños, conocidos como “pluris”, fueron diseñados desde 1977 para abrirle paso a las minorías en el Congreso. Suprimirlos sería cancelar décadas de transición democrática y reinstaurar una lógica de dominación absoluta. El propio Pablo Gómez, ahora presidente de la monocromática comisión que la Presidenta designó para llvar a cabo la reforma, siendo miembro del Parido Comunista Mexicano, alcanzó una, antes imposible, diputación federal gracias a esta figura.

Como han advertido diversos actores de la sociedad civil, eliminar los plurinominales sería una regresión autoritaria. No fortalece la representación: la aplasta. No mejora la democracia: la encierra. La pluralidad no es un capricho, es un mínimo democrático. Sin ella, el Congreso se convierte en una asamblea de obedientes.

En 1976 México vivió un momento bochornoso para la apariencia democrática del régimen de partido único: solo hubo un candidato presidencial, José López Portillo, postulado por todos los partidos existentes menos el PAN que no registró contendiente, y los partidos minoritarios apenas obtuvieron representación simbólica en un Congreso dominado por el PRI. La voz de la disidencia era marginal, casi inexistente. Ese escenario desolador forzó la Reforma Política de 1977, liderada por Jesús Reyes Heroles, que creó 100 escaños plurinominales para oxigenar un sistema asfixiado por el poder absoluto.

Hoy, aspirando a esa misma concentración, Morena impulsa su eliminación total. No les basta con ganar: quieren que nadie más tenga cómo disputarles el futuro. Quieren emular el viejo régimen de partído único pero sin ninguna de sus virtudes. Eso no es reforma: es restauración autoritaria con disfraz democrático. Si lo dejamos pasar regresar a la democracia representativa que permitió la llegada al poder de Morena puede tomar décadas.

**El autor es Diputado Federal Suplente por Movimiento Ciudadano y Abogado.

*Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Enboga.

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