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Recomendaciones ante resurgimiento del sarampión en México

La reaparición del sarampión en territorio mexicano sacude lo que durante décadas fue considerado un logro en salud pública.
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La reaparición del sarampión en territorio mexicano sacude lo que durante décadas fue considerado un logro en salud pública. Después de haber sido declarado libre de transmisión endémica en 1996, el país enfrenta un brote que pone en jaque aquella meta obtenida gracias a extensas campañas de vacunación. Hoy, la combinación de una cobertura de vacunación debilitada, brechas en el sistema de vigilancia y la movilidad transnacional del virus crea un escenario de riesgo real que exige tanto atención política como operativa.

Hasta mediados de 2025, México ha registrado más de 2 500 casos confirmados de sarampión y al menos nueve defunciones. El brote se concentra primordialmente en el estado de Chihuahua, que acumula más del 90 % de los casos confirmados, situándose como epicentro del resurgimiento. Este fenómeno tiene múltiples aristas. Por un lado, la cobertura de vacunación cayó por debajo del umbral crítico —algunos estados registran cifras por debajo del 80 %—, lo que debilita la inmunidad colectiva. Por otro, la enfermedad ha penetrado en grupos de edad menos habituales para este tipo de brotes —adultos jóvenes de entre 25 y 34 años—, lo que sugiere que el rezago inmunológico afecta no solo a la infancia, sino también a generaciones que quedaron con esquemas incompletos.

Las razones del rebrote son múltiples. La pandemia de COVID-19 interrumpió en muchos lugares las campañas regulares de vacunación, lo que dejó un “pasivo” inmunológico acumulado. De igual manera, la disminución presupuestal en cobertura de vacunación está a la vista de todos. Las comunidades de difícil acceso o con escepticismo hacia la vacunación —como algunas comunidades menonitas en Chihuahua— han sido particularmente vulnerables. Además, la importación del virus desde zonas con circulación activa, combinada con la baja vigilancia oportuna, propició su diseminación. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) incluye a México entre los países latinoamericanos más afectados este año, lo que destaca que el problema trasciende lo local y exige una respuesta estratégica regional.

La dimensión política del asunto es crítica. Este brote impacta no sólo en lo sanitario, sino en la credibilidad y capacidad del Estado para sostener logros de salud pública. La eliminación del sarampión era un símbolo de avance para México; su posible reversión exige responsabilidad institucional, continuidad en recursos para vacunación, vigilancia epidemiológica y acciones focalizadas para las zonas de mayor riesgo. Si se deja escapar esta coyuntura, el país puede ver retroceder décadas en materia de salud colectiva.

En ese sentido, la ­Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —a través de su Gaceta— emitió un conjunto de recomendaciones generales ante los recientes casos de sarampión que resultan particularmente oportunas para autoridades, instituciones educativas, espacios de trabajo y ciudadanos. Estas recomendaciones enfatizan que el eje principal de la prevención es la vacunación: todos los niños deben contar con dos dosis de la vacuna SRP (sarampión-rubéola-parotiditis) o SR (sarampión-rubéola) desde los 18 meses de edad. Las personas de 10 a 39 años que tienen esquemas incompletos o no documentados deben recibir un refuerzo. El personal de salud entre los 20 y 39 años debe también contemplar dicho refuerzo. Adicional a ello, se recomienda aislamiento inmediato ante síntomas sugestivos —fiebre alta, erupciones rojizas, tos, conjuntivitis—, uso de cubrebocas en ambientes cerrados o con personas sintomáticas, ventilación de espacios, higiene de manos frecuente y verificación estricta de esquemas de vacunación tanto en menores como en adultos vulnerables.

Para una cobertura más amplia, se insta a que las instituciones educativas y laborales no suspendan actividades salvo indicación sanitaria, pero sí extremen las precauciones, en coordinación con los responsables de salud correspondientes.

Desde el ángulo político-estratégico, la respuesta debe ser doble: por una parte, reforzar la logística de distribución, almacenamiento y aplicación de las vacunas en todos los rincones del país; por otra, articular campañas de comunicación eficaces que recuperen la confianza de la población en la vacunación. Además, la vigilancia epidemiológica debe ser reforzada, de modo que cada caso probable se reporte, investigue y aísle oportunamente; los laboratorios de salud pública deben operar sin demoras y las redes de atención primaria deben estar preparadas.

En conclusión, el resurgimiento del sarampión en México representa una alerta que no debe ignorarse. Aun cuando la epidemia tiene un foco claro y aún concentrado, la expansión potencial hacia otras entidades es real y el riesgo se agrava ante la movilidad, la comorbilidad y la sub-vacunación. Para los ciudadanos, el mensaje es claro: revisar sus esquemas de vacunación, colaborar con las medidas de salud pública y no subestimar un virus que Goza de una vacuna efectiva, pero que exige aplicación oportuna. Para las autoridades, la llamada es urgente: revertir el rezago inmunológico, fortalecer la vigilancia y dar prioridad política a una tarea que parecía concluida, pero que hoy vuelve con fuerza.

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