La Asamblea de Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (A.C.G.A.Z.) denunció este 28 de septiembre un nuevo episodio de hostigamiento y despojo de tierras recuperadas desde 1994, en lo que señalan como una ofensiva coordinada entre autoridades morenistas locales, estatales y federales, respaldada por el Ejército mexicano y la policía municipal de Ocosingo.
El comunicado acusa directamente a los “tres niveles del mal gobierno” de entregar predios ya pagados desde 1996 a grupos vinculados a caciques locales, generando confrontaciones con las comunidades bases de apoyo zapatistas. Según la denuncia, estos actos forman parte de una estrategia más amplia de la llamada Cuarta Transformación que, en palabras de los zapatistas, “está al lado de los terratenientes y empresarios nacionales y transnacionales” y busca “el choque, el enfrentamiento y la guerra”.

El despojo y la violencia en Belén
Los hechos más recientes se concentran en el poblado Belén, región campesina del Caracol 8 “Dolores Hidalgo”. La A.C.G.A.Z. relata que entre abril y agosto grupos encabezados por Emilio Bolom Álvarez, Miguel Bolom Palé, Miguel Vázquez Sántiz y David Seferino Gómez, llegaron acompañados por soldados y policías municipales. Allí destruyeron letreros zapatistas, midieron terrenos y amenazaron a las familias para que abandonaran sus parcelas: “se salgan de las tierras por las buenas o por las malas”, advirtieron.
El 20 de septiembre, el hostigamiento escaló: camiones del Ejército federal, patrullas de la policía municipal y vehículos de la Fiscalía estatal irrumpieron en la comunidad. Casas de bases de apoyo fueron destruidas y quemadas, mientras se reportaron robos de cosechas y bienes. La asamblea señala que, pese a los intentos de diálogo, las autoridades locales alegaron contar con documentos legales para ocupar esas tierras.
“Lo que busca aquí la Cuarta Transformación es el choque, el enfrentamiento y la guerra”, concluye el documento.
“El común”: la nueva etapa de organización zapatista
En medio de esta escalada de violencia, las comunidades zapatistas han dado un giro en su forma de organización política y social. La A.C.G.A.Z. anuncia que los antiguos “Caracoles” y Juntas de Buen Gobierno han evolucionado hacia lo que llaman “Gobiernos en Común”, un modelo basado en la vida compartida, la cooperación y la colectividad.
“El común” no es solo un nombre: es una propuesta que trasciende la defensa de la autonomía indígena. Implica reorganizar la producción, el trabajo agrícola y las decisiones comunitarias en torno a principios colectivos. El trabajo de la milpa común, que incluye tanto a zapatistas como a no zapatistas, es presentado como ejemplo de esta práctica.
Este modelo busca fortalecer la resistencia frente al despojo, garantizando sustento alimentario y autonomía política. Pero a la vez, lo coloca en el centro del conflicto: al cuestionar la lógica de la propiedad privada y el control estatal, “el común” se convierte en blanco de los intereses de gobiernos y terratenientes.

Entre la vida y la guerra
El comunicado subraya que la apuesta zapatista es por la vida y no por la confrontación armada: “No queremos la guerra, lo que queremos es la vida en común, pero nos están obligando a defendernos”. Sin embargo, la sensación de un cerco militar y político aumenta, recordando etapas de violencia anteriores en la historia del zapatismo.
Los Gobiernos en Común insisten en que su lucha es parte de una resistencia global contra el neoliberalismo y advierten con una metáfora contundente: “Hoy es Palestina, mañana seremos nosotros”.
Un mensaje de alerta al país y al mundo
La A.C.G.A.Z. concluye su denuncia con un mensaje de incertidumbre: “Quizás todavía nos veamos o ya no”, dejando entrever el riesgo inminente de una ofensiva mayor. Fotografías y videos ya se encuentran en poder de organismos de derechos humanos, como prueba de los hechos.
Lo que ocurre en Chiapas no es un episodio aislado. Para el zapatismo, representa un plan deliberado para desmantelar la autonomía indígena, criminalizar la defensa de la tierra y neutralizar una propuesta alternativa de organización social que, a más de tres décadas del levantamiento de 1994, sigue incomodando a las estructuras de poder.
