La decisión del senador Gerardo Fernández Noroña de solicitar licencia a sus funciones sin dar inicialmente mayores detalles generó en cuestión de días una mezcla de versiones y sospechas que hoy encuentra eco en redes: una encuesta realizada por el portal EnBoga en X registra que dos de cada tres participantes (66.7%) creen que “está huyendo”, mientras un tercio (33.3%) apunta a que se trata de una salida para “escapar de escándalos”; las opciones que aludían a presiones internas o problemas con visas obtuvieron 0% en esa votación.
El propio Noroña adelantó la solicitud públicamente con descripciones vagas: habló de una “tarea” y de la necesidad de ausentarse temporalmente, pero dejó pendientes detalles que en la coyuntura política se convirtieron en combustible para la especulación. Medios nacionales reportaron que el legislador dijo que daría a conocer más información en una conferencia y en sus transmisiones habituales, pero que por el momento se limitó a señalar que “tiene cosas que hacer”.

En las 72 horas siguientes la narrativa pública tomó forma: varias crónicas señalaron que la licencia solicitada coincide con un viaje anunciado por Noroña a Palestina, y que la solicitud formal fue aprobada por el Senado para un periodo determinado. Ese encadenamiento —ausencia sin explicación pública inmediata, anuncio de viaje internacional y la autorización legislativa— explica en buena medida por qué la percepción registrada en la encuesta de EnBoga se inclina hacia la hipótesis de una salida impulsada por la necesidad de ponerse a resguardo o evitar confrontaciones.
La sospecha pública tiene además antecedentes recientes: reportes periodísticos han vinculado al senador con cuestionamientos sobre su patrimonio y el uso de aeronaves privadas, asuntos que, aun cuando él los niega o relativiza, alimentan la lectura de que su licencia podía servir para desactivar el foco mediático. El País, entre otros medios, documentó ese contexto y las versiones que relacionan la ausencia con controversias sobre su actuar y finanzas.
Desde la óptica política, la rapidez con la que surgieron dos narrativas —la del “activismo” o “tarea revolucionaria” que Noroña invoca, y la de la huida frente a escándalos— refleja un escenario polarizado: para sus seguidores, la licencia puede leerse como una decisión legítima vinculada a su activismo internacional; para sus críticos y para una porción amplia de usuarios en redes, la ausencia sin explicaciones concretas se interpreta como una maniobra para reducir presión mediática, lo que contrasta con una marcada indiferencia ante situaciones y desgracias que ocurren en México (como desapariciones o damnificados por eventos naturales). Esa tensión entre versión oficial y percepción pública es, en estos casos, la que suele definir el saldo político inmediato.
En conclusión, la votación en X de EnBoga no solo cuantifica una sensación —mayoritaria en esa muestra— sino que expone la fragilidad comunicativa del senador: anunciar una licencia sin precisar motivos en un contexto de investigaciones periodísticas y acusaciones públicas deja un vacío que la opinión pública, y las narrativas contrapuestas, llenan rápidamente. Si Noroña aspira a recuperar control sobre la versión pública, los próximos pasos deberán incluir explicaciones precisas y comprobables; de lo contrario, la percepción registrada en la encuesta —que privilegia la hipótesis de “huida”— tiene elevado potencial para consolidarse en la memoria política inmediata.