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¿Qué es el movimiento incel y cómo se relaciona con el asesinato en CCH Sur?

La palabra proviene del inglés “involuntary celibate”, es decir, célibe involuntario, y se utiliza para describir a personas, en su mayoría hombres, que aseguran no poder establecer relaciones sexuales o afectivas pese a desearlo.
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El asesinato de un estudiante dentro del CCH Sur a manos de un joven encapuchado ha llamado la atención sobre un fenómeno que hasta ahora parecía distante del contexto mexicano: el movimiento incel. La palabra proviene del inglés “involuntary celibate”, es decir, célibe involuntario, y se utiliza para describir a personas, en su mayoría hombres, que aseguran no poder establecer relaciones sexuales o afectivas pese a desearlo. El término surgió en los años noventa cuando una mujer canadiense creó un foro de apoyo para quienes sufrían soledad y dificultades de socialización, pero con el tiempo ese espacio se transformó y fue apropiado por comunidades en línea que convirtieron la frustración personal en un discurso de odio, particularmente hacia las mujeres. Esto cobró relevancia también a partir de la miniserie “Adolescence” de Netflix.

Los incels actuales se organizan en foros digitales y redes sociales que forman parte de la llamada “manosfera”, donde se comparte una jerga particular que clasifica a las personas de acuerdo con su supuesta posición en el “mercado sexual”. Allí aparecen conceptos como “chads” para referirse a hombres atractivos y exitosos con las mujeres, “stacys” para mujeres deseadas y “femoids” como un término deshumanizante hacia ellas. En estas comunidades suele repetirse la idea de que la sociedad y las mujeres son responsables del rechazo que sufren, y en casos extremos se justifica la violencia como forma de venganza. Este discurso ha inspirado ataques en países como Estados Unidos y Canadá, donde figuras como Elliot Rodger o Alek Minassian se convirtieron en referentes de los sectores más radicales.

En el caso del CCH Sur, la Fiscalía de la Ciudad de México investiga al agresor, identificado como Lex Ashton, de 19 años, quien ingresó al plantel con un arma blanca y asesinó a un estudiante de 16 años antes de ser reducido. De acuerdo con reportes periodísticos, el joven participaba en chats de Telegram y foros donde se asumía como incel, utilizaba la jerga de ese submundo digital y expresaba resentimiento hacia las mujeres. En mensajes previos llegó a manifestar que deseaba cometer múltiples homicidios y reconocía su inspiración en casos ocurridos en Estados Unidos.

Este episodio ha puesto sobre la mesa el riesgo de que narrativas de odio en internet, surgidas en países anglosajones, encuentren eco entre jóvenes mexicanos atravesados por la frustración, el aislamiento y la falta de redes de apoyo. La tragedia también plantea la urgencia de que las instituciones educativas refuercen sus mecanismos de prevención, detección de crisis emocionales y acompañamiento psicológico, además de abrir un debate público sobre cómo enfrentar las nuevas formas de radicalización que se incuban en el espacio digital.

El asesinato en CCH Sur evidencia que el fenómeno incel, más que una moda virtual, puede convertirse en una amenaza concreta cuando se entrecruza con el resentimiento, la misoginia y la disponibilidad de armas. Se trata de un espejo incómodo que obliga a mirar no solo hacia la violencia que germina en internet, sino también hacia las fallas sociales que permiten que jóvenes encuentren en el odio una respuesta a su soledad.

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