Hoy, 19 de septiembre de 2025, México y el mundo de la ciencia lloran la partida de una de sus más queridas figuras: Julieta Norma Fierro Gossman. Astrónoma, física, maestra, divulgadora, mujer de verbo apasionado y curiosidad insaciable, Julieta nos deja a los 77 años, dejando una huella profunda — no solo en los espacios académicos, sino, sobre todo, en los corazones de quienes amamos asomarnos al universo.
Una vida iluminada por las estrellas
Nacida el 24 de febrero de 1948 en la Ciudad de México, Julieta Fierro encontró muy temprano ese deseo de entender, de mirar más allá. Estudió Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde se tituló en 1974, y luego complementó su formación con una maestría en astrofísica.
Desde esos primeros años, su pasión fue doble: investigar el cosmos y compartirlo. Su trabajo en la materia interestelar, y más tarde en el estudio del sistema solar, la posicionaron como una científica de sólida reputación. Pero lo que realmente la hacía única era su talento para acercar la ciencia al público: traducir lo complejo en historias que despiertan asombro.
El arte de divulgar
Julieta Fierro no se confinó a los pasillos del Instituto de Astronomía de la UNAM; su voz, su presencia, cruzaron aulas, medios radiales, televisivos, escenarios de museos, congresos, escuelas. Es autora y coautora de más de 40 libros, muchos de ellos orientados a divulgar la ciencia, a hacer que temas como los agujeros del espacio, la nebulosa, las estrellas, los planetas, se sintieran cercanos, casi palpables.
Dirigió la divulgación de la ciencia de la UNAM entre marzo de 2000 y enero de 2004; fue profesora de la Facultad de Ciencias; investigadora titular del Instituto de Astronomía; parte del Sistema Nacional de Investigadores nivel III; y miembro de instituciones tan destacadas como la Academia Mexicana de la Lengua, desde 2004 ocupando la silla XXV.
La UNAM lamenta el fallecimiento de Julieta Fierro, #OrgulloUNAM, investigadora del Instituto de Astronomía, integrante del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, en su nivel más alto, y de la Academia Mexicana de la Lengua. Con su voz y dedicación acercó la ciencia… pic.twitter.com/cz08fFQBwE
— UNAM (@UNAM_MX) September 19, 2025
Reconocimientos, legado, memoria
Reconocimientos no le faltaron: premios nacionales e internacionales, doctorados honoris causa, distinciones que la colocaron no solo como científica ejemplar, sino como puente entre la ciencia y la sociedad: el Premio Kalinga de la UNESCO, la Medalla Mario Molina al Mérito en Ciencias, entre otros.
Pero más allá de los galardones, su mayor legado es humano: alumna de generaciones que hoy recuerdan cómo encendía la curiosidad, cómo transformaba el aula en universo, cómo convertía cada observación estelar en una invitación a preguntar, a maravillarse. En un país donde muchas veces la ciencia/investigación moral de largo aliento parece invisible, ella la hizo visible, presente, necesaria.
"Si me siento triste pienso en el universo, me maravillo y me pongo contenta": 🙏😞No habrá lamentos por tu partida, sino un destello de celebración de las estrellas porque ahora serás parte de ellas. 🌟
— Grupo Fórmula (@Radio_Formula) September 19, 2025
Descanse en paz Julieta Fierro, inalcanzable científica y apasionada de la… pic.twitter.com/zkLp1IUudK
Un adiós y una invitación
Decir adiós a Julieta Fierro es reconocer una luminaria que sigue brillando. Porque los libros que escribió, las conferencias que dio, los estudiantes que inspiró, los cielos que nos compartió—todo eso permanece.
Hoy el mundo pierde a una voz firme de la divulgación científica. Pero también nos queda una invitación: seguir su ejemplo. Compartir, explicar, emocionar. Mirar las estrellas, sí, pero también mirar al otro, al que quizá no ha tenido acceso, al que quizá cree que la ciencia es cosa de pocos, y mostrarle, como ella lo hacía, que la ciencia es de todos.

Nuestro más sentido pésame a su familia, colegas, estudiantes y a todas las personas a quienes Julieta Fierro tocó con su palabra y su entusiasmo. México pierde una de sus joyas; sin embargo, gracias a ella, somos un poco más conscientes, un poco más curiosos, un poco más capaces de mirar al cielo y preguntarnos por qué. Y esa inquietud – ese fuego interior – es quizá el mejor homenaje que podemos rendirle.