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Democracia sin fronteras: 25N, no violencia contra la mujer

La misma norma electoral, que justamente consideró el voto universal y directo para la elección del titular del Ejecutivo Federal, de un plumazo, dejaba fuera de la posibilidad de ejercer el voto a la mitad de la población en el país.
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Opinión Por: Enrique Andrade González

Democracia sin fronteras: 25N, no violencia contra la mujer

Por primera vez, este pasado 25 se recordó el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer. Teniendo a una de ellas en la Presidencia de la República, se dice fácil, pero habría que recordar que no fue sino hasta 1953 que se les reconoció el derecho al voto, que se les negaba en la Ley Electoral de 1918 en los términos siguientes:

“Son electores, y por lo tanto tienen derecho a ser inscritos en las listas del censo electoral de la sección de su domicilio respectivo, todos los mexicanos varones mayores de 18 años, si son casados, y de 21 si no lo son, que estén en el goce de sus derechos políticos e inscritos sus nombres en los registros de la municipalidad de su domicilio.”

La misma norma electoral, que justamente consideró el voto universal y directo para la elección del titular del Ejecutivo Federal, de un plumazo, dejaba fuera de la posibilidad de ejercer el voto a la mitad de la población en el país. Si bien México no era el único que le negaba el sufragio a la mujer, no fue tampoco el primero en otorgárselo. Fue hasta que la ONU aprobó la Convención sobre los Derechos de la Mujer cuando en México se reformó la Constitución para declarar la igualdad del hombre y la mujer ante la ley y, con esto, reconocer sus plenos derechos políticos.

Las normas pueden formar patrones culturales o transformarlos. No cabe duda de que, a principios del siglo pasado, la norma electoral era un reflejo de la cultura de discriminación y violencia hacia la mujer que se vivía en las familias mexicanas. Incluso en los debates en el Congreso, cuando se trató de abordar el tema, simplemente se justificaba su exclusión política argumentando los roles tradicionales de género que se tenían. Millones de mujeres fueron excluidas de la vida política y gran parte de ellas también de la vida económica; la violencia era parte de su cotidianeidad, familiar o laboral.

En 71 años, nuestro país ha dado un giro de 180 grados. En los últimos diez años, en la vida política, la mujer ha logrado la paridad. Por la lucha que han dado, tanto desde las instituciones como fuera de ellas, han alcanzado romper los techos de cristal que se encontraron y ahora detentan, y detentarán, por disposición constitucional, la mitad de los cargos públicos.

Los patrones culturales también están cambiando y hoy la ley responde a esa nueva realidad. La igualdad es un derecho, y el respetarlo, una obligación. Sin embargo, las resistencias existen; los patrones no cambian en todos ni para todas, y una de sus manifestaciones más lamentables son los actos de violencia en contra de la mujer; los físicos, los psicológicos y los sociales.

El recordar la violencia en contra de la mujer al conmemorar a las asesinadas en Dominicana en 1960 durante la dictadura de Trujillo ayuda a recordar la importancia que, como sociedad, tenemos desde nuestros núcleos familiares de erradicar la violencia. Ya lo ha dicho António Guterres, Secretario General de la ONU; dejará de existir la violencia en su contra hasta que las niñas y las mujeres salgan de su casa sin miedo y sin inseguridad.

El que tengamos a una mujer en la Presidencia sin duda ratifica que estamos en el tiempo de las mujeres. Nuestra sociedad seguirá cambiando en estos años de manera más rápida que en muchos otros países. Después de haber sido el tercer país con mayor machismo en el mundo, podemos pasar a ser el primero en el que se respete y se valore plenamente a la mujer.

Los nuevos patrones culturales traen nuevos desafíos; la adaptación de las familias, los nuevos roles, las nuevas formas familiares, las preferencias de las parejas y de las personas. La sociedad de este siglo es radicalmente diferente a cómo era a finales del pasado. Habrá que estar preparados para enfrentar, a través de nuevas normas y su interpretación, los nuevos paradigmas; hombres y mujeres, juntos.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Enboga.

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