Opinión Por: Alejandro Pérez Corzo
El primer fraude electoral de Morena
El Códice Boturini —la tira de la peregrinación— narra, con una claridad que conmueve, la fundación de México-Tenochtitlán. Si existiera un “códice López Obrador” sobre el origen de Morena, su lámina central sería seguramente el agravio de 2006: el “fraude” que, según su liturgia, le arrebató la Presidencia a López Obrador a manos de un villano neoliberal. Con ese mito fundacional, cabía esperar un rechazo genético a las viejas mañas electorales. Y, sin embargo, la historia a veces parece ensañarse con quienes se juran superiores moralmente: tarde o temprano acaban pareciéndose a aquello que prometieron enterrar.
Las elecciones municipales en Veracruz y Durango fueron la primera gran prueba sin AMLO al mando. El saldo real mostró un Morena desgastado, con retrocesos en municipios estratégicos y sin la capacidad de arrasar como antes. En contraste, Movimiento Ciudadano protagonizó un crecimiento inédito, convirtiéndose en una fuerza real y competitiva. Pasó de ser visto como un actor periférico a disputar de frente, ganando votantes que en el pasado optaban por Morena o se abstenían. Ese avance tuvo un valor simbólico y estratégico: MC ya no es un partido testimonial, es un contendiente capaz de ganar en tierra considerada “segura” para el oficialismo.
Papantla fue un caso emblemático. La noche del 1 de junio, el Programa de Resultados Electorales Preliminares colocaba a Mariano Romero (MC) por encima de Gonzalo Flores (Morena-PVEM), con una ventaja que se consolidaba conforme se sumaban actas. No se trataba de una victoria abrumadora, pero sí clara. Era la fotografía de un triunfo legítimo, obtenido en la calle y en las urnas.
El giro llegó con una decisión que cambió la historia de la elección: el Organismo Público Local Electoral ordenó trasladar el cómputo municipal a Xalapa “por seguridad”. Con ello, se rompió la cadena de custodia de los paquetes electorales y se abrió la puerta al fraude. En ese trayecto se ejecutó un método tan viejo como eficaz: abrir ilegalmente los paquetes, identificar boletas con votos por MC y marcar en ellas una segunda opción en favor de otro partido o candidato. Así, el voto originalmente válido se convertía en “nulo” bajo el pretexto de doble marcaje.
Esta manipulación no fue aleatoria. Se hizo de manera selectiva en casillas clave para revertir el resultado. El patrón fue claro: aumentó de forma abrupta y unilateral el número de votos nulos, siempre en perjuicio de MC. La operación tuvo dos efectos: reducir los votos válidos para MC y justificar recuentos en casillas específicas donde el “ajuste” podía cambiar el ganador.
Al llegar a Xalapa, el 9 de junio, el Consejo Municipal anunció el resultado final: Morena-PVEM con 26,917 votos; MC con 26,514. Margen: 403 sufragios. Exactamente el tipo de diferencia que un fraude quirúrgico puede fabricar cuando se manipulan boletas en puntos estratégicos. La misma prensa local que reportó el resultado reconoció el contraste con las tendencias iniciales y el crecimiento inusual de votos nulos.
Movimiento Ciudadano documentó la operación: actas comparativas entre el PREP y el cómputo final, fotografías de boletas alteradas y concentrados que muestran cómo votos previamente válidos para MC aparecieron después como nulos por marcas ajenas. La coincidencia en el patrón es prueba suficiente de que no fue un error ciudadano repetido cientos de veces, sino una intervención deliberada en el trayecto.
Decir que en Papantla hubo fraude no es retórica: es describir un modus operandi con nombre y método. Y si los tribunales no lo reconocen, no será una diferencia de criterios jurídicos, sino la confirmación de que están capturados políticamente. Porque cuando hay evidencia física de manipulación y la autoridad la desestima, lo que falla no es la ley, es la independencia.
Este episodio también desnuda la fragilidad del discurso de Morena. El partido que se forjó denunciando fraudes se convierte ahora en beneficiario de uno. Y lo hace justo cuando su maquinaria electoral, sin la conducción directa de López Obrador, da señales de debilidad. Ni las “extenuantes jornadas” del hijo del presidente en la secretaría de organización de su partido impidieron que MC ganara legítimamente Papantla. Para revertirlo, tuvieron que recurrir a la trampa.
Papantla no es un caso aislado, es una advertencia nacional. Si este fraude se valida como “victoria” oficial, se abre la puerta para que cualquier elección cerrada se resuelva en traslados, recintos cerrados y manos invisibles. Y si los tribunales ratifican este resultado, el mensaje será inequívoco: las instituciones electorales ya no son árbitros, son parte del equipo en el poder.
Morena tiene dos opciones: reconocer su derrota frente a La Fuerza Naranja que ganó legítimamente, o cargar para siempre con la marca de haber cometido su primer fraude electoral. Movimiento Ciudadano, por su parte, debe sostener la defensa no sólo de un resultado, sino de la certeza misma de que el voto cuente y se respete.
Porque en democracia, el respeto al voto no se negocia. Y lo que intentaron borrar en Papantla no es sólo un triunfo electoral: es la evidencia de que, cuando un partido decide traicionar su propio mito fundacional, no hay códice ni tribunal que pueda limpiar la mácula.
**El autor es Diputado Federal Suplente por Movimiento Ciudadano y Abogado.
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